Wednesday, June 20, 2007


A veces la vida te sorprende, y te lleva y te trae a lugares inesperados.
Te dejas secuestrar por tu instinto, te dejas guiar por las buenas sensaciones.
Y de algún modo, sin saber cómo ni cuándo, ni dónde, ni porqué, a veces la vida te sorprende llevando hasta a ti a las personas más especiales en los lugares más insólitos.
Abandonas la habitual desconfianza hacia los extraños .Te alejas de ese mundo que huele a óxido. Vuelves la cara a la soledad. Y aceptas de igual modo que se acepta una lluvia, que a veces la vida te sorprende cruzando en tu destino a otra alma solitaria.
Y sucede entonces que el tiempo se detiene y la rutina diaria se toma unas vacaciones.
Mandas a la apatía a la cola del paro.
Te das cuenta de que las balanzas no existen en los corazones desinteresados.
Y sucede entonces que las largas noches se convierten en cortos días, y los cortos días en largas noches.
Un paseo nocturno por el bosque nevado es el mayor de los espectáculos. La playa nevada, una inmensa nube de algodón.
Y buscas cada noche esa conversación cómplice, esa antología de cariño con aroma a ron.
Y sucede entonces que los problemas pasan a ser anécdotas, y las anécdotas risas, y las risas comprensión y aceptación.
Sentimientos cálidos y cercanos en un país frío y lejano, sin duda, como no puede ser de otra manera, obra de un corazón gallego y su inseparable morriña.
Sientes que estás en casa.
Y de algún modo notas que te han encontrado, y cuando lo notas sonríes.
Sonríes por fuera y sonríes por dentro. Te sientes feliz.
Y te preguntas: “¿cómo es posible?, tan lejos y tan cerca… ¡aaay!”.
Y vuelves a sonreír.
Y es entonces cuando te das cuenta que empiezas a querer.

A mi querida Yolanda, caviar de Porriño. Gracias, mil gracias. Besos, mil besos…
Siempre estás conmigo: ayer, hoy y mañana.